A través
de un reflejo en las puertas del Starbucks la he visto durante unos segundos,
cruzaba fugazmente sobre las azoteas de María Molina montada en una alfombra
voladora. He evitado levantar la cabeza y desviar la vista del suelo, no quiero
delatarla.
En los
mentideros subterráneos de la resistencia se cuenta que le sacó los ojos a una
centinela, aprovechó un cacheo -denso y descarado- sobre sus tetas para desenfundar
una horquilla del moño y dejarla ciega...
Para que luego digan que a los hombres nos pierde un par de tetas, a ellas también.
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