Amanece de
mala gana sobre la ciudad, el puerto y la zona sur de la Diagonal están desiertos,
parecen tan desamparados como un polígono industrial en día festivo. Ellos caminan
sin hablar, él por la calzada, ella por la acera, así ambos parecen de la misma
estatura. De madrugada los pasos tienen música: jazz en el rumor de los zapatos
sin cordones de él, blues en el eco místico de los tacones de ella. A veces el
meñique de sus manos contrarias se roza un instante e inmediatamente ambos las
retiran. Él sueña con historias que nunca han sido escritas y ella sueña con besos
de vodka. El fuma deconstruyendo finas columnas de humo por la nariz y ella
recuerda mentiras de azúcar y regaliz de otros hombres.
- ¿tú
sabes lo que es el amor?
- Cargar una escopeta con dos cartuchos y
disparar con los ojos vendados.
Una
bandada de palomas sobrevuela sus cabezas llevando en sus alas el murmullo de tempestades
vencidas. Alguien se acerca pedaleando por el carril bici, “Me amo” de Love of
Lesbian le acompaña en su ritmo; una adolescente vomita borracha sobre la
alcantarilla, bajo sus pies, en las cloacas, se esconde el sapo que no ha podido reconvertir en príncipe.
- ¿tú sabes lo
que es la soledad?
- Quitarse la
venda y disparar apuntándose en el pecho.
Pronto la
calle se llenará de bostezos clónicos, de autobuses saturados de tristeza, de
flores de papel de aluminio, de ángeles monoteístas, de llantos de niño, de esperanzas
anestesiadas. Ellos siguen caminando con mucho cuidado de no tocarse las manos.
Él sueña con encontrar el valor para meterse en un portal a obscuras y comerle
los morros, ella sueña con dominar el idioma de los signos, para dibujarle con
gestos en el aire las palabras que todavía no se han inventado.
- Todo se reduce
a disparar...
- Sí. Tristemente
sí. Todo...
(-No es por casualidad que los diálogos
sean anónimos, que no sepamos si ha sido él o ella quien pregunta o quien
responde-)
.
.
Menos mal. Las casualidades son siempre una mierda.
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